lunes, 16 de julio de 2012

Dodecálogo de un escritor

1)    Recuerda: un escritor solo es un artista y un artista solo es una forma de ser persona: enfréntate al éxito y al fracaso igual que lo haría cualquier persona con cualquier otra actividad.
2)    Tú no eres tu obra. No te identifiques demasiado. No permitas que el ego te engañe: ni eres tan bueno (o malo) como tus obras ni, cuando las critiquen, te están atacando a ti como persona.
3)    Cualquiera que se gaste unos euros en comprar un libro tuyo tiene derecho a decir lo que quiera de tu obra. Y tú estás en tu derecho de ignorarlo. No pierdas tiempo de escribir en debates estériles.
4)    No te debes al público ni al editor ni a tu agente más allá de cierto agradecimiento humano: todos están haciendo su trabajo: unos consumen, otro vende, otro negocia. Tú escribes. Solo eres una parte de la cadena, pero si a algo te debes es a tu obra.
5)    Nadie te obliga a defender siempre la misma bandera ya sea estética, política, artística o moral. Todos cambiamos y algunos incluso evolucionamos. Lo que has escrito hace años no tiene porqué ser hoy ni siquiera de tu agrado. No te ates al pasado ni hipoteques tu futuro.
6)    No vivas para escribir: escribe para vivir. La literatura tiene una forma muy peculiar de poder hacernos inmortales: no prolongará tu existencia, pero la hará más profunda.
7)    No te aísles ni escribas solo para ti mismo: deja al público hacer su trabajo. Estate siempre en contacto con los demás (salvo durante los periodos de intensa creación, cuando te retires a tu interior). Debes estar en contacto con todo, aunque tú eliges qué y cuándo. Nada te puede ser ajeno.
8)    Haz respetar tu tiempo con energía. No cedas a los chantajes. Haz que lo respeten por dos motivos: el egoísta, porque a ti te gusta escribir; el altruista, para no privar al mundo de la belleza que pueda llegar a haber en las obras que te falten por escribir.
9)    Nunca uses la literatura como una droga ni un refugio para tus frustraciones: deja que sea la literatura la que te use a ti.
10)  Recuerda que no tienes porqué ser escritor toda la vida. Nadie te obliga. Si no naciste escribiendo tampoco has de morir haciéndolo.
11) El pensamiento es más rápido, y a menudo más fugaz, que la escritura. De modo que elige: o te empeñas en reflejar la realidad, que al paso que vamos ya habrá cambiado para cuando quieras terminar, o te molestas en crearla.
12) Nunca creas demasiado en los decálogos de los escritores: la mitad son intentos de universalizar experiencias subjetivas y la otra mitad son juegos de vanidad.